Como
todos sabemos, Rusia ha vetado las importaciones de frutas, verduras, carnes,
lácteos y pescados provenientes de la UE, EEUU, Canadá, Noruega y Australia, en
respuesta a sus sanciones por la injerencia en Ucrania del Kremlin.
En
el caso de la Unión Europea, las exportaciones a Rusia del total de alimentos
en 2013 fueron de unos diez mil millones de euros. Ese es el roto que el
presidente de Rusia está dispuesto a hacernos durante un año.
Para
España, Rusia no es destino preferente de nuestras exportaciones. Así, el
anuncio del mandatario ruso habría que valorarlo partiendo de 581 millones de
euros, que fue el valor de las exportaciones de alimentación a Rusia en 2013.
Si
bien es cierto que para las empresas navarras estas cifras disminuyen
considerablemente, no es menos cierto que el auge de exportaciones a Rusia hace
que nuestras empresas se hayan encontrado con un mercado que, con tendencia
francamente creciente, de la noche a la mañana haya desaparecido.
Las
exportaciones de Navarra a Rusia de los productos vetados rondaron el año
pasado el millón y medio de euros, aumentando considerablemente durante el
primer semestre de 2014.
Por
tanto, se podría apuntar que el veto no afectará en gran medida a las
exportaciones navarras como tales. Pero si nos quedamos en esa conclusión, nos
equivocamos.
Habrá
entonces que volver a los 10.000 millones del principio. Todos esos alimentos
ya están buscando nuevos destinos, y a nuestro mercado van a llegar productos
que, teniendo en cuenta el acuciante grado de caducidad de los mismos, hace
falta quitárselos de encima rápidamente. Así, nuestras empresas se van a
encontrar con que tanto en España como en sus principales destinos de
exportación, con este repentino aumento de la competencia, van a tener que
bajar los precios si quieren vender su mercancía.
Para
prever el futuro la pregunta es ahora si este veto se mantendrá durante todo el
año tal y como el ínclito mandatario ruso advierte, si terminará antes, o si incluso
se alargará en el tiempo.
Uno
puede pensar que si en Rusia compran esa cantidad de alimentos es porque sus
clientes los cogen de las estanterías de los supermercados. Si seguimos reflexionando,
podríamos deducir que los precios de los alimentos importados, por ejemplo
desde Francia, tienen en esa misma estantería un precio sensiblemente mayor al
producto ruso local. Y por tanto no es disparatado especular con que la
clientela de esas importaciones tenga un poder adquisitivo al menos medio-alto.
El roto nos lo hacen a los exportadores, pero también es una faena para un
consumidor exigente, que pertenece a una clase media-alta y que quiere un
producto que ahora no tiene.
Seguro
que don Vladimir ha pensado en esto último, porque para paliar las consecuencias
que esto pudiera tener, a finales de Agosto ha llegado a un acuerdo con
Argentina, y hablan de importaciones en torno a 18.000 millones de euros. Pero
si Argentina hasta hoy no es proveedor habitual de Rusia, será porque el
producto no tiene la calidad requerida, el precio no está lo suficientemente
ajustado o/y el transporte es caro y demasiado largo respecto a la UE. Esa
diferencia deberá ponerla el gobierno ruso de su bolsillo, y tampoco asegura
que el consumidor final quede satisfecho.
Las
reglas de libre comercio saltan por los aires cuando los acuerdos políticos
rigen con mano de hierro, pero la globalización no tiene fronteras e intentar
pararla es poner puertas al campo. Y eso a nivel interno, no puede ser bueno,
ni siquiera para Putin.
NOTA: Este artículo ha sido publicado en la sección de Opinión en www.diariodenavarra.es el 11 de Septiembre de 2014.